La idolatría de hablar una lengua originaria

Alberto Diaz-Cayeros
7 min readMar 10, 2023

En el Centro de Estudios Latinoamericanos de Stanford organizamos la semana pasada un taller para nuestros profesores de lenguas. Además del Náhuatl y Quechua que se enseñan en Stanford, tuvimos maestros de Kichwa, Hñähñu, Tseltal, Mocho’ y Kaqchikel. Durante varios días un grupo de intelectuales indígenas se dedicaron a trabajar juntos, compartiendo palabra y experiencias, desarrollando materiales didácticos y curriculares para la enseñanza de sus idiomas. Se trata de una colaboración con la Universidad de California en Los Angeles y la Universidad de Utah. La última vez que estuvimos juntos fue, justamente, en marzo de hace tres años, cuando el mundo se cerró abruptamente, en una pandemia que no fue distinta para los pueblos originarios que las que sufrieron en el siglo XVI.

En ocasión de una reunión anterior de este grupo de instructores de lenguas, ellos nos compartieron poemas y textos en las lenguas originarias de nuestro continente, en una tertulia francamente inolvidable. En memoria de ese encuentro, al inicio del encuentro este año empecé por compartir a los instructores un poema escrito en Nahuatl, contenido en los Cantares Mexicanos. Este documento es una memoria oral transcrita, apenas unos cuantos años después de la conquista, a caracteres latinos, por algún sabio indígena.

El intelectual indígena quiso preservar las palabras con que los Tlaxcaltecas arengaban a sus tropas para la batalla. Se describe en el poema la valentía de los guerreros que sitiaron la ciudad de Tenochtitlán, liderados por Xicoténcatl, noble que terminará vinculando los destinos de su linaje con los españoles, casando a su hija, Leonor, con el conquistador Pedro de Alvarado (sus tumbas se pueden visitar, junto con la de Bernal Diaz del Castillo, en La Antigua, Guatemala). Describe, este poeta anónimo, luego de la caída de la ciudad, los hechos que siguieron a la derrota, en la traducción de Angel María Garibay, que fue la que leí, en éstos términos:

A los nueve días son llevados a Coyoacán. Cuauhtemoctzin, Conachoch y Tetlepanquetzatzin: Ya sois entregados, oh vosotros príncipes. Los confortaba Tlacotzin y les decía: “Oh, hermanos míos, esforzaos: han atado el oro con cadenas de hierro: ya sois entregados, oh vosotros príncipes”. Le responde el rey Cuauhtemoctzin: “Oh hermano mío, hemos sido presos, hemos sido engrillados. ¿Quién eres tu la que estás sentada junto al Capitán General? Ah, eres tu ciertamente, oh Isabelita, oh sobrina mía: ¡en verdad son entregados los príncipes! Por cierto serás esclava en lugar cerrado, se harán joyeles, se tejerán plumas en Coyoacán. Oh hermano mío, hemos sido presos, hemos sido engrillados”.

La traducción en el sitio Temoa, elaborada por Miguel León Portilla y sus colaboradores, es probablemente más leal al texto en Nahuatl, y permite quizá vislumbrar mejor la intención del poeta:

En nueve días se hizo llegar a Coyoacán a Cuauhtémoc, a Coanacoch, a Tetlepanquetzatzin, ya sois apresados vosotros, señores. Les da ánimo Tlacotzin, les dice, esforzáos sobrinos nuestros. Con cadenas de metal precioso atados, fueron apresados los señores. Le dicen al señor Cuauhtémoc: Sobrina mía, ¿Has sido capturado, apresado? ¿Junto a quién te colocas? Es el Capitán general ah, en verdad es doña Isabel, sobrina mía, fueron apresados los señores. En verdad se acrecienta el abandono, joyeles preciosos y plumajes de quetzal se entremezclan en Coyoacán, sobrino mío, ¿has sido capturado, apresado? ¿Junto a quién te colocas? Es el Capitán general, en verdad es doña Isabel, son capturados, han sido apresados los señores.

Cantares Mexicanos. Siglo XVI. Biblioteca Nacional de México. Ms. 1628. UNAM. Biblioteca Nacional Digital de México. Ultimo Folio de la segunda versión del Tlaxcaltecayotl. p.85r.

El significado de este poema me parece ahora más claro que hace unos días: la Triple Alianza, lidereada por los Señores de Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopán, mencionados en la primera línea, han sido derrotada por los Tlaxcaltecas y Huexotzingas. Tecuichpotzin, quien fue bautizada con el nombre cristiano de Isabel, era en ese momento la mujer más poderosa del reino, con la excepción, por supuesto de la traductora de Cortes, Malintzin. En la traducción de Garibay su futuro será la esclavitud. Pero hay que mencionar que esta mujer notable, Isabel/Tecuichpotzin, sobrevive cinco maridos (incluyendo dos conquistadores españoles), tiene una hija con el mismísimo Cortes, y termina legándole a sus herederos un patrimonio sustancial, incluyendo una rica encomienda. Su título todavía sobrevive en la nobleza de España.

Así las palabras de Cuauhtémoc son más bien una interrogante, el rey quiere saber si Isabel, la heredera del reino, también ha sido apresada, y expresa su sorpresa al verla junto al capitán victorioso. Los que están en cadenas, no de oro, sino de metal precioso, son los señores de la guerra que ha terminado. Y en el abandono del Altépetl de Tenochtitlán destruido, las cosas preciosas como las joyas y las plumas irán a Coyoacán, la nueva sede de poder. Pero el destino de los pueblos originarios no ha sido decidido. La rebautizada Isabel tendrá agencia y será, como Xiconténcatl y sus generales y soldados, y muchos de los integrantes de los pueblos originarios, quienes buscaran un destino propio, incluyendo múltiples formas de resistencia a los invasores europeos.

El don de la palabra y la buena retórica eran fundamentales para los pueblos mesoamericanos y el arte de sus gobernantes. Sobreviven innumerables imágenes en que la vírgula o voluta se presenta como expresión visible, sumamente estética, de alguien representado pictóricamente hablando palabras sabias. En una de las ilustraciones del Códice Florentino, en el Libro VI de retórica, se muestra, por ejemplo, a la mujeres sabias dando consejo.

Códice Florentino. Libro VI.

Durante la visita de los instructores de lenguas los llevé a la colección Rumsey de Mapas de la Universidad de Stanford, donde sostuvimos una conversación, a la que se sumó también Odilia Romero de Comunidades Indígenas en Liderazgo, CIELO, una organización que defiende los derechos de acceso a la lengua en Los Angeles. Mi presentación fue sobre la cartografía indígena y los esfuerzos de los europeos por borrar las autorías de tlacuilos y los sabios indígenas

Les mostré hacia el final de nuestra sesión una imagen de un tratado de un fraile franciscano, Diego Valadés, quien en 1579 publicó en Perugia un manual de doctrina para la evangelización en México. Lo que se muestra en el grabado fue profundamente perturbador para la sensibilidad profunda de nuestras invitadas. Es una imagen que conozco, y en ocasiones previas había mirado, pero no la había entendido. En el tratado de Valadés, un políglota que aprendió varias lenguas indígenas, y posiblemente haya tenido una madre indígena, se presenta un demonio que preside a indígenas condenados, que en lugar del don de la palabra y la retórica tienen animales en sus bocas.

Diego Valades. “Idolatrous speech among native Americans”. Rhetorica christiana ad concionandi, et orandi usum accommodata… Perugia. 1579. John Carter Brown Library, BA579 V136r.

Muestro un acercamiento, no sin antes advertir, en lo que llaman en las instituciones educativas de los Estados Unidos un trigger warning, pues esta imagen puede ser profundamente ofensiva para cualquier hablante de una lengua indígena. El grabador, de nombre Pietro Giacopo Petrucci, ha mostrado, seguramente basado en modelos de imágenes que le fueron proporcionadas por Valadés sobre la indumentaria indígena y las poses sentadas de los nobles, a personas que en lugar de vírgulas de lenguas habladas, escupen víboras, ranas y escorpiones.

Acercamiento a la imagen anterior

Para entender mejor la profunda subversión del pensamiento indígena que el fraile franciscano ha hecho, sobre una iconografía indígena, se puede mostrar como contraparte una imagen dignificada, que se incluye también en el Códice Florentino. En el libro VI, que como se mencionó corresponde precisamente a la Arte de la Retórica Náhua, se muestra el ritual de couatololiztli y cueyatololiztli, tragarse serpientes y ranas.

Libro VI del Códice Florentino

Nos explica Miguel León Portilla en su traducción de los textos compendiados por fray Bernardino de Sahagún, sobre los rituales indígenas, que este ritual tenía una profunda reverencia:

Con la sola boca las atrapaban, (con los dientes) las iban triturando al tragárselas). Y cuando se las han tragado, luego les hacían regalos, como se dijo antes en la fiesta del Atamalqualiztli, que era cada ocho años.

Las lenguas originarias de los pueblos indígenas de América Latina son un regalo. Pero eran profundamente temidas por los frailes. También fueron temidas por los criollos que establecieron los proyectos nacionalistas independientes. Y quizá son temidas aun hoy en día, desde el mapundungún de Chile hasta las lenguas en las reservaciones de los nativo americanos que viven en Estados Unidos. Abraza esa “idolatría”, de respetar, entender, aprender o hablar una lengua originaria, es quizá una de las formas más importantes como podemos reparar algo del daño que han sufrido, por los últimos 500 años, los pueblos originarios. Y quizá asomarnos a esas lenguas nos permita también entender que su resistencia nunca fue pasiva, y que las mujeres fueron las portadoras, en esas lenguas vivas, de joyeles preciosos y plumajes de quetzal, de palabras sabias y hermosas.

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Alberto Diaz-Cayeros

Mexicano orgulloso, migrante renuente. Economista ITAM y Politólogo Duke. Senior Fellow en CDDRL y Director Centro Estudios Latinoamericanos Stanford University