El gato, los ratones y los libros de texto de la “Nueva Escuela Mexicana”
Debo confesar el asombro y perplejidad que me ha provocado la lectura de los nuevos libros de texto elaborados por un grupo de docenas de profesores en la Secretaría de Educación Pública (grupo que no creo sea representativo de las visiones pedagógicas, ni los conocimientos, ni las realidades de los miles de maestros y maestras, o millones de padres y madres de familia en el país). Los libros de texto en que yo aprendí a leer eran sumamente básicos, ideológicos y si, muy aburridos — pero eran claros y acordes a mi capacidad de aprehensión (y la de millones de estudiantes mexicanos y de sus madres y padres). No hay que olvidar que un logro fundamental del sistema educativo del país fue hacer disponibles libros de texto que buscaban igualar y nivelar las oportunidades educativas del país, ofreciendo materiales accesibles, hasta en los lugares más pobres y remotos. Aunque subsistieran diferencias en la calidad de los maestros y maestras, las condiciones de las aulas, los materiales de enseñanza y la precariedad de los inmuebles de las escuelas, todas y todos podíamos, por lo menos, contar con un libro de texto gratuito, con un material curricular común no importa si se iba a escuela pública a privada, libremente accesible.
Esos libros fueron un producto quizá siniestro de la dominancia y el poder ideológico de un régimen político autoritario, o por lo menos hegemónico, bajo la tutela del Partido Revolucionario Institucional, el PRI. No eran textos liberadores ni democráticos. Creo que nadie osaría enseñar a la nueva generación de los estudiantes mexicanos con textos como en los que yo aprendí, que iniciaban con la siguiente lectura, que Paulo Freire criticaría inmediatamente:
Ese oso.
Se asea así.
Sí se asea.
Así es su oso.
O la repetición de planas de caligrafía en manuscrita que todavía recuerdo con cierto trauma, pues nunca tuve buena letra. Las imágenes que acompañaban a esos textos, con los que yo y mi generación aprendimos a leer, y que reproduzco arriba, eran engañosamente simples, pues en realidad reflejaban una ideología muy particular. Millones de hogares mexicanos no tenían una sala, los niños seguramente no tenían un oso de peluche. La idea del aseo con fuertes connotaciones de estratificación social de sanidad pública. Los libros mostraban las aspiraciones de modernidad de una elite urbana postrevolucionaria, que en realidad le daba la espalda y negaba la realidad de gran parte del país, que todavía era rural, indígena, tradicional, periférica. Quizá la pelota y el dado de madera reflejaban juguetes a los que un niño de la clase media podía aspirar. Pero claramente eran los juguetes estereotípicos de un niño, no de una niña.
La figura de Tito me resulta particularmente perturbadora, en términos de la dominación autoritaria que se me quiso imbuir desde chiquito. No sólo el culto a la bandera, sino que el soldado Tito, como se lee en el texto unas páginas después, “es alto”, y “saluda a todos”. Quizá la admiración que hoy en día muchos en el gobierno quisieran poder transmitir entre los niños y niñas hacia soldados, marinos y los integrantes de la Guardia Nacional.
El resto del libro es terrible si se mira críticamente en un contenido que promueve la conformidad y no el pensamiento autónomo. Textos que elogian al policía y al soldado, un par de menciones bastante racistas referidas al México indígena. Pero el libro de texto tenía algunas calidades redimibles. Incluye hermosos poemas de García Lorca, Gabriela Mistral, Rubén Darío, Lope de Vega y José Juan Tablada. El libro de trabajo que lo acompaña enseña, con métodos hoy anticuados caligrafía y vocabularios; pero también aritmética, suma, resta, fracciones, la hora, el dinero, geometría, el sistema decimal, métrica y algunos problemas de lógica matemática. Contiene nociones de salud, botánica, historia y civismo.
La lección de historia del libro correspondiente de trabajo de Primer grado es francamente lamentable: una especie de historieta donde los primeros pobladores vivían en cuevas, luego se funda Tenochtitlán y aparece el escudo nacional, Colón recibe una página completa, lo mismo que Cortés, quien llora una noche recargado en un ahuehuete (en lo que el gobierno actual ha rebautizado como la noche victoriosa), Tata Vasco protege a los indios y les enseña oficios, Miguel Hidalgo enseña, hace alfarería y declara la independencia, mientras que Josefa Ortiz conspira, Morelos educa y escribe, Benito Juárez asciende socialmente desde pastorcito hasta Presidente, y Francisco I. Madero hace algo, aunque no queda del todo claro en las imágenes en qué consiste su contribución (quizá porque quienes hicieron esos libros no quisieron mostrar una imagen de la democracia electoral). Luego viene una imagen de civismo, que la verdad siempre me ha sido ajena, con banderas y la promesa de que seremos buenos estudiantes en favor de la patria.
Regresando a la pelota, esta imagen me resulta particularmente relevante debido a la narración de un cuento que acompaña esta primera unidad en el libro de texto. El libro de texto se inicia con un cuento que motiva estas imágenes, una narrativa francamente deplorable. Se trata de una historia de como unos niños pasaban todos los días frente a una juguetería y todos querían comprar juguetes. El texto explica que Luis, el mayor, les instruye poner el dinero en una alcancía, con lo que hicieron una tanda para ir ahorrando unos centavos cada día, del dinero que de otra manera gastarían para golosinas, y poco a poco algunos de los niños lograban comprar su juguete. Pero como tomaba tiempo ahorrar, y no todos los niños tenían un juguete, entonces Luis propone comprar una pelota, y así poder esperar “el turno” de tener su propio juguete, cuando hubiera ahorros suficientes, pero con la diversión de un juego que los incluía a todos (por lo menos a todos los varones, supongo, cuando yo crecí solo a una amiga que era muy buena portera, la dejábamos jugar futbol). La historia tiene un desenlace bastante complicado, en donde el benévolo Luis se lastima, pero todos cooperan para cuidarlo, y le compran un tren de juguete, y el papá, que es marinero, les corresponde a los niños llevándoles al circo y comprándoles juguetes a todos.
Medio siglo después, el libro de CONALITEG Lengua Materna — Español del año escolar 2022–23 es obviamente un mejor texto. Ya no contiene los francos sesgos autoritarios, machistas y clasistas del texto que me tocó a mí. El libro de texto da un espacio en la primera página, de la primera lección, para que el o la estudiante escriba su nombre. Algo sin duda relevante para cualquier niño o niña en primer grado de primaria. Luego se incluyen actividades para escribir los nombres de los y las compañeres de pupitre o aula, dibujos de elles, así como la escuela, sus trabajadores, y luego actividades para reconocer letras y números. El primer texto de lectura es una fábula de Esopo, la de los ratones y ponerle el cascabel al gato.
Las fábulas de Esopo fueron uno de los primeros textos europeos traducidos al Nahuatl, el Nican ompehua y çaçanillatolli yn quitlali ce tlamatini ytoca Esopo, yc techmachtia yn nehmatcanemiliztli Fábulas de Esopo, conservado como manuscrito 1476, los Cantares Mexicanos en la Biblioteca Nacional. Los sabios indígenas tenían la curiosidad intelectual de conectar con la cultura grecorromana de ese continente antes desconocido, y así como aprendieron el quadrivium de aritmética, geometría, música y astronomía, además de ser políglotas en Náhuatl, Castellano y Latín, se dedicaron a circular las fábulas griegas en su propia lengua (dudo seriamente que esos textos tuvieran algo que ver con el celo convertidor de los conquistadores o los frailes, que preferían otros textos, como los catecismos y los diccionarios). Regresaré al tema del gato y los ratones al final del ensayo, sólo recontando por el momento la bella traducción de Rafael Tena.
19. El gato y los ratones. En una casa vivían muchos ratones; cuando lo supo un gato, se metió allí, y al poco tiempo andaba cazándolos y comiéndoselos. Al ver los ratones que se iban acabando por las muertes diarias, se reunieron y determinaron que ya nadie saliera de su agujero y que en el sitio de mayor peligro se escondiera una trompetilla de caracol para que el gato no se acercara. Al advertir el gato que ya no había ratones corriendo como antes, para hacerlos salir de su agujero se fingió muerto y se colgó de un clavo que estaba en la pared. Cuando ya estaba colgado, un ratoncillo, mirando hacia arriba, le decía: “Aunque supiera que te has convertido en una talega, de todas maneras no querría acercarme a ti ni un tantito.” Esta fábula nos enseña que si algunos prudentes han sido engañados una vez, nadie los puede engañar una segunda vez porque se vuelven más prudentes.” (Traducción de Rafael Tena 2020. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/550t4/cantares_mexicanos.html p.613).
No me cabe duda de que el material de los libros de texto gratuitos con los que se enseña a las y los mexicanas, ha ayudado a construir, desde sus inicios, cierto sentido de comunidad y compañerismo. Francamente no creo que los Libros de Texto de primaria del año pasado reflejen una ideología abiertamente capitalista, neo-colonialista, machista o imperialista. A menos que el cascabel del gato y el dilema de qué ratón habrá de ponerlo tiene significados hermenéuticos de dominación y hegemonía que yo no sé descifrar, en lugar de ser, simplemente, un cuento antiguo de la cultura europea.
Quienes desarrollaron los nuevos textos piensan seguramente que han creado materiales que lograrán una transformación radical de la educación del país. Dicen buscar “una educación centrada en la dignidad humana, la solidaridad, el amor a la patria, el respeto, el cuidado de la salud y la preservación del medio ambiente”; una educación en donde “lo importante no es memorizar datos, ni acaparar información para sentirte especial o único” (p.3, Presentación). El único problema con esos loables propósitos es que, en el camino de liberación, no me queda claro que se aprende de matemáticas, lengua, literatura, ciencias naturales y sociales, historia o geografía.
Las intenciones transformadoras del primer texto del libro de Múltiples Lenguajes de Primer Grado inician con este texto:
Los alebrijes oaxaqueños se hacen con madera de copal y se inspiran en la idea de los nahuales, seres sobrenaturales que tienen la capacidad de transformarse en animales. Esta forma de hacer alebrijes se extendió a otros pueblos, y actualmente hay tres comunidades principales que se especializan en la creación de las figuras de madera talladas: San Antonio Arrazola, San Martín Tilcajete y La Unión Tejalapam. Se estima que hoy existen unas 150 familias de artesanos que se dedican de lleno a la producción de alebrijes.
Se pretende mostrar la rica cultura y artesanía de los pueblos originarios, en lugar de relegarlos, como ocurría a una de las últimas páginas de mi libro de lectura de primaria diseñado en 1962, que incluía solamente una breve mención de un mal poema de un niño indio, y luego la historia de un pastor oaxaqueño, que luego se volvió presidente. Introducir los nahuales y otros saberes no occidentales. Dar nombre a lugares específicos en lugar de mostrar imágenes urbanas y calles de la Ciudad de México. Mucho mejor.
El texto, sin embargo, es sumamente obscuro y bastante difícil de entender. A mis hijos y a mi hija siempre les gustaron los alebrijes, pues los tenían desde pequeños. Les llevamos alguna vez a San Antonio Arrazola, cuando eran pequeñes, a conocer a los artesanos. Y uno de sus cuentos favoritos mientras crecían era El Tallador de Sueños de Diana Cohn, inspirado en Manuel Jiménez. No tengo nada contra los alebrijes. Pero no tengo ninguna duda que mis pequeños hubieran leído y entendido mejor cualquier fábula de Esopo, que la historia de alebrijes en el nuevo libro. Dudo que un texto como este sea particularmente atractivo para un niño o niña de seis años, como su primera lectura de primaria.
Una madre de familia podría escoger mejor usar el otro nuevo texto disponible para primer grado, el de Nuestros Saberes. El primer texto de ese otro libro es, por desgracia, todavía más arrogante, si se me permite caracterizarlo así. A mi modo de ver no hay otra manera de interpretar lo que se vertió en estos libros. Se inicia con el título “Animaciones en volumen”, que la verdad yo no había oído, y que conste que soy una persona escolarizada, que lee como parte de su profesión todos los días. En paréntesis aparece la frase stop motion, así en cursiva, y en ese momento entendí, viendo además los dibujos en la página. No dudo de la creatividad e imaginación de algunos niños y niñas de seis años. Para algunes de elles quizá toda la discusión de las siguientes dos páginas resulta inteligible: se menciona el cine, se explica su etimología, se habla de imágenes fotográficas en movimiento, celulares, computadoras, arcilla, marionetas, robótica, el folioscopio (estoy seguro que todos lo conocen, pero no con ese nombre), los 24 cuadros por segundo, la animatrónica, los “ladrillos” (o sea, los Legos o alguna versión mexicana como el Idema o el Exin Castillo que seguramente ya no existen). Dada la naturaleza del tema sustantivo, el texto está lleno de frases en inglés: go motion, claymation, cutout, brickfilm.
Afortunadamente el siguiente material es una ronda infantil, aunque esa también está llena, a mi modo de ver, de obstáculos para cualquier educador: se explica el concepto de sensoramas táctiles, y se trata de enseñar que los elementos de una ronda son: canto, pantomima, danza, juego y diálogos. ¿Dónde en los textos de un Paulo Freire o un Ivan Ilich, se pone como prioridad este tipo de “saber” o conocimiento para niños y niñas de seis años? Un libro de texto debería ser comprensible para cualquiera. Personalmente he tenido la fortuna de estudiar durante más de veinte años, dentro de un sistema escolarizado, y siempre continuó aprendiendo como forma de vida, siendo profesor universitario. Soy un padre de familia, bien experimentado en apoyar a mis tres hijos en sus tareas. No soy pedagogo, ni maestro de primaria, pero si educador, y padre. Creo que me sería francamente imposible enseñar a mis hijos con los libros que he revisado.
Les comparto para terminar, una lectura de la introducción a los libros de la colección Ximhai (“universo” en hñähñu) para Primero de Secundaria. Supongo que esos libros están diseñados pensando en lectoras más independientes, capaces de descifrar significados bastante complejos. Probablemente acorde con esa idea, la introducción al texto ofrece una visión más explícita del propósito de quienes prepararon el libro, así como el bagaje intelectual desde el cual se parte para elaborarlo. Se nos dice que se busca que los estudiantes aborden desde el pensamiento crítico su realidad: “Una escuela esperanzadora, revolucionaria de las conciencias y transformadora con tendencia a la recomposición del tejido social, se construye con base en los empeños colectivos los cuales recuperan lo propio, lo común, lo nuestro.”
Se cita a José Martí y a Jacques Ranciere, rechazando una educación “para las elites letradas”. Se critica el “capitalismo cognitivo” y la lógica de “mercantilización” de los modelos educativos anteriores. Se afirma una idea de “resemantización de los contenidos”, pero inmediatamente se presenta como filosofía pedagógica a Makarenko y se cita una de las experiencias más autoritarias, centralistas, cerradas y estáticas de la condición humana del siglo XX: ¡El sistema educativo de las llamadas rebfak de la Unión Soviética! Y luego hay una larga discusión con citas a Bakunin, sobre la libertad y la humanización de la ciencia. Estas fueron lecturas obligadas para jóvens como yo hace cuatro décadas, y hasta yo también algo aprendí de ellas. Pero con el paso de los años también aprendí sobre el horror de la colectivización soviética, el Gulag, la vida en la mentira, criticada por Vaclav Havel. Existen, además, visiones mucho más perspicaces para criticar nuestra realidad social, dentro del pensamiento marxista, incluyendo hablar de la crítica a la hegemonía de Gramsci, o Niklas Luhmann quien aparece en alguna lectura recomendada (o mi preferencia que es el marxismo analítico). Conste que no estoy citando textos “neoliberales” de las ciencias sociales contemporáneas.
No todo está perdido. El libro de Lenguajes para la Secundaria me pareció, de hecho, estupendo. Ameno, lleno de contenidos analíticamente coherentes, con un propósito claro de una formación basada en la tolerancia, la inclusión, la crítica, la democracia. El libro de Lo Humano y lo Comunitario también funciona, aunque creo que podría ser mucho mejor (inicia, por ejemplo, con una sección sobre innovación y tecnología mostrando cómo se mejoran procesos en la producción de piloncillo, que es una tecnología que ha cambiado muy poco desde las pavorosas imágenes de las plantaciones y la población esclavizada, haciendo piloncillo, mostradas en los famosos grabados por De Bry en las Antillas, ilustrando los abusos denunciados por Bartolomé de las Casas — escoger la industrialización de caña de azúcar me resulta en lo personal una decisión muy errada).
El libro Etica Naturaleza y Sociedades es francamente muy deficiente. Es un libro que debería gustarme, pues está lleno de cartografía, imágenes y visualizaciones atractivas, y discusiones fundamentales sobre las causas de la igualdad, la defensa de derechos, perspectiva de género, ambientalismo, diversidad multicultural. Pero falla en una manera fundamental, a mi modo de ver. En el fondo los autores del texto no parecen creer ni en las ciencias sociales ni en las naturales, elemento fundamental del aprendizaje de una estudiante de secundaria. El pensamiento científico, que debería subyacer cualquier discusión sobre placas tectónicas o movimientos sociales, simplemente está ausente. Algo mínimamente sobre el pensamiento si, positivista, que permite pensar en términos de hipótesis y causalidad, que pueden ser puesta a prueba científicamente. La posibilidad siempre presente en la ciencia de estar en el error. El texto me parece soberbio y autoritario, no obstante sus buenas intenciones.
Déjenme regresar a la fábula de Esopo, del gato y los ratones, que los intelectuales y sabios indígenas nahuas tradujeron hace más de cuatro siglos a su propia lengua. En la versión de los eruditos indígenas, probablemente del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, los ratones escondieron una trompetilla de caracol después de su consejo, en que discutieron comunitariamente qué hacer respecto al gato. La historia del famoso cascabel en realidad no está en los textos originales de Esopo, sino que tiene un origen medieval europeo. Yo quisiera aprender leyendo un texto asi, en Nahuatl y en traducción. Lo que aparece en la lección o moraleja del texto Nahua, que podemos reclamar como nuestro, pues los sabios indígenas adaptaron y parafrasearon los textos en Latín a su propia interpretación y entendimiento de su mundo indígena, es la idea de que aunque nos engañen una primera vez, nadie es engañado una segunda vez. Los ratones son más inteligentes que el gato.